Una revolución sin retorno
La irrupción de la inteligencia artificial en el ecosistema digital ha traído consigo un cambio de paradigma que, aunque esperado, ha dejado a más de uno con la ceja levantada. Con la implementación de funciones como los «AI Overviews» en Google, estamos asistiendo a un momento histórico: el buscador ya no solo indexa y organiza la información, ahora también la interpreta y responde al usuario directamente.
La idea inicial era prometedora. Google anunció que estos nuevos resultados enriquecidos incluirían enlaces a las fuentes, posicionándolas como nuevas «primeras posiciones». Un incentivo más que interesante para creadores de contenido y webmasters. Sin embargo, semanas después, la realidad pinta otro panorama: el tráfico que reciben esas fuentes es prácticamente nulo. Las webs apenas notan una diferencia, y lo que parecía un nuevo canal de visibilidad se ha convertido, en la práctica, en un callejón sin salida.
¿El principio del fin para los creadores?
Aquí nace la gran pregunta: ¿es sostenible un ecosistema donde la inteligencia artificial responde con precisión, pero no devuelve tráfico a quienes han generado esa información? Desde un punto de vista técnico, podría parecer que sí. Pero desde el lado humano y económico, el asunto cambia radicalmente.
Crear contenido útil, actualizado y profundo implica tiempo, recursos y conocimientos. Pocas personas o empresas lo hacen por altruismo. La mayoría de quienes publican en la web lo hacen esperando algún tipo de retorno: posicionamiento, clientes, ventas, publicidad… En definitiva, ingresos. Si desaparece el tráfico, desaparece el incentivo. Y sin incentivo, el contenido dejará de fluir.
Aún no estamos ahí, pero si el modelo actual continúa por este camino, acabaremos llegando. De momento, los creadores siguen generando contenido, aunque cada vez con más dudas y menor entusiasmo. Si la tendencia se mantiene (donde la IA responde sin derivar tráfico) llegará un punto en que los incentivos se esfumen. Y cuando eso pase, muchos dejarán de invertir tiempo y recursos en nutrir la red. Sin contenido fresco ni actualizado, la inteligencia artificial empezará a ofrecer respuestas obsoletas o erróneas. Y si el usuario no encuentra lo que busca, buscará en otro sitio. Así, el buscador perderá su razón de ser.
¿Y ahora qué? Incentivos o decadencia
Estamos ante una disyuntiva crítica. O bien la IA evoluciona de tal forma que pueda generar conocimiento propio (algo aún muy lejano y peligroso), o bien Google y otras plataformas deben encontrar una fórmula para retribuir, directa o indirectamente, a quienes alimentan la inteligencia artificial con contenido útil.
¿La solución? Podría pasar por un sistema de reparto de beneficios, similar al de YouTube o AdSense, donde los creadores cobren en función de cuántas veces sus contenidos alimentan a la IA. También podrían explorarse acuerdos comerciales entre plataformas y creadores, o incluso modelos mixtos donde el contenido se mantenga bajo muro hasta que se garantice una compensación justa.
Lo que está claro es que el modelo actual no parece sostenible. Si no se reconduce esta situación, nos arriesgamos a vaciar la red de contenido de calidad. Y si cae la calidad, también lo hará la utilidad de la inteligencia artificial. Un ecosistema digital debe ser equilibrado, justo y colaborativo. De lo contrario, estaremos cavando nuestra propia tumba informativa.